Después de estar buscando durante años el sitio perfecto, Greg y su mujer Jeanne finalmente encontraron su casa en el barrio de Old Sacramento, en California. Era relativamente vieja y necesitaba alguna que otra pequeña reforma, pero Greg y Jeanne estaban muy emocionados por ese nuevo capítulo de sus vidas; estaban impacientes por empezar con las reformas y convertir esa casa en su hogar.
Una cosa que los dos tenían más que clara desde el principio era que deseaban tener una piscina. Ambos soñaban con disfrutar de sus veranos con una increíble y refrescante piscina, así que empezaron a ahorrar tanto como podían y finalmente consiguieron construir la piscina de sus sueños.
Un sueño de toda la vida
Greg Miller era un hombre sencillo, lo único que quería era un buen hogar para su familia, y siempre había imaginado que ese hogar tendría una piscina. Esta era una meta personal que había tenido durante bastante tiempo, cuando finalmente pudo construirla estaba entusiasmadísimo.
Desgraciadamente, Greg no podía imaginar que la piscina de sus sueños, que fue resultado de trabajar duro y ahorrar durante muchos años, se convertiría en un gran problema. Todo lo que Greg quería era disfrutar de un cálido verano en su piscina con su familia, pero parece que sus vecinos se las apañaron para tirar por tierra ese plan.
Una nueva casa
Después de estar buscando durante años el sitio perfecto, Greg y su mujer Jeanne finalmente encontraron su casa en el barrio de Old Sacramento, en California. Era relativamente vieja y necesitaba alguna que otra pequeña reforma, pero Greg y Jeanne estaban muy emocionados por ese nuevo capítulo de sus vidas; estaban impacientes por empezar con las reformas y convertir esa casa en su hogar.
Una cosa que los dos tenían más que clara desde el principio era que deseaban tener una piscina. Ambos soñaban con disfrutar de sus veranos con una increíble y refrescante piscina, así que empezaron a ahorrar tanto como podían y finalmente consiguieron construir la piscina de sus sueños.
Vecinos agobiantes
Greg y Jeanne no tenían hijos, pero siempre se les habían dado muy bien los niños y adoraban a sus sobrinos y sobrinas. La pareja apenas había conocido a sus vecinos cuando un día, mientras estaban disfrutando de un día soleado en su jardín, de repente vieron a su vecina Sandra y a sus hijos asomándose por encima de la valla.
Resulta que Sandra tenía una pregunta importante que hacerles a sus nuevos vecinos, la cual parecía completamente inofensiva en un principio. Pero los Miller no podían haberse imaginado la disparatada cadena de acontecimientos que provocaría esta pequeña pregunta.
Una petición inocente
De la forma más educada posible, Sandra les preguntó a Greg y a Jeanne si sus hijos y otros niños del barrio podían usar de vez en cuando su maravillosa nueva piscina de vez en cuando. Les explicó que los niños estaban en sus vacaciones de verano y que ella, y algunas otras madres, estaban teniendo muchos problemas para mantenerles entretenidos durante todo el día.
No quería que sus hijos se aburrieran y empezasen a hacer gamberradas por el barrio, y pensó que si estaban recogidos y entretenidos en la casa de al lado podía ser algo de gran ayuda. Greg miró a Sandra, tenía muchas reservas con respecto a esta idea, no se sentía muy cómodo en esta posición en la que le estaba poniendo su vecina.
Algo iba mal
Greg y Jeanne le dijeron a Sandra que pensarían en ello, pero a Greg no le convencía nada la idea. Hablaron del tema durante horas y no llegaban a un consenso, pero después de que Jeanne intentase convencerle de muchas maneras, finalmente Greg cedió y dijo que sí. Al fin y al cabo, ¿cómo de malo podía ser que unos niños felices disfrutasen de su piscina?
Sin embargo, Greg sabía que tenía que poner algunas reglas básicas, así que llamó a todos los vecinos y les pidió que fueran a su casa. Les explicó amablemente que le gustaba la idea de que los niños disfrutasen de la piscina y pasasen un buen verano al mismo tiempo que estaban a salvo, pero que debían seguir algunas reglas a rajatabla para evitar que hubiese problemas.
Las reglas de Greg
Lo que los vecinos pensaban que iba a ser una larga lista de estrictas reglas terminó siendo una simple cosa: no se permiten perros en la piscina bajo ningún concepto. La pareja explicó que estaba encantada con la idea de permitir que sus vecinos usasen la piscina tanto como quisieran, pero era fundamental que cumplieran esa única regla.
Una de las principales razones por las que Greg y Jeanne insistían en no permitir que los perros entraran en la piscina era que el revestimiento de la estructura de la piscina era todavía algo frágil, y las patas de un perro podían destrozarlo en un santiamén.
Carcajadas
Todos los vecinos consideraron esta regla como sensata y prometieron seguirla. El siguiente día fue un caluroso día de verano y algunos niños se acercaron a la casa de Greg y Jeanne para preguntarles si podían nadar en la piscina, a lo que ellos respondieron alegremente que sí.
Greg y Jeanne estaban sentados en el salón disfrutando de la brisa de verano y encantados de oír la risa de los niños que jugaban en la piscina. Pero de pronto, escucharon otro ruido que hizo saltar todas sus alarmas. Ese sonido era inconfundible: el ladrido de un perro. Alguien había quebrantado la única e importantísima regla.
Incredulidad
Jeanne y Greg se asomaron a la ventana y vieron que uno de los niños había llevado a un enorme pastor alemán a la piscina. De alguna manera, habían conseguido colar al perro sin que ellos se dieran cuenta y ahora podían ver clarísimamente cómo el perro entraba y salía de la piscina, lo cual estaba dañando el frágil revestimiento.
Greg estaba furioso, solo les había pedido una cosa sencilla y de buena gana les había permitido a todos disfrutar de su nueva piscina. Le habían faltado al respeto y no era capaz de entender por qué, se había portado de maravilla con esa gente. Tenía que hacer algo al respecto.
Un gran problema
Frustrado y enfadado, Greg salió corriendo de su casa y se dirigió directamente a la piscina; preguntó severamente a los niños a quién pertenecía el perro. Finalmente, uno de los niños dijo tímidamente que era el perro de su familia y que se portaba bien.
A Greg le ardía la sangre, y muy enfadado les dijo que habían roto su única regla de oro y que estaba extremadamente decepcionado con ellos. No estaba dispuesto a pasar por alto este acto y les dijo que saliesen inmediatamente de la piscina y que se llevasen al perro con ellos. Les dejó mu claro que ninguno de ellos podría volver jamás a la piscina.
Consecuencias
Los niños estaban muy decepcionados y enfadados porque les habían echado. Le dijeron firmemente al perro que saliera de la piscina y el animal obedeció de inmediato. Los niños se fueron de casa de Greg con semblantes tristes y enfadados, como si se les hubiese tratado de mala manera. Greg estaba tremendamente molesto, no le gustaba como habían ido las cosas.
Cuando se acercó a la piscina pudo comprobar que, efectivamente, el perro había dañado el revestimiento. No solo le habían faltado al respeto, sino que ahora también iba a tener que pagar mucho dinero para que alguien arreglase dicho revestimiento. Se prometió a sí mismo que nadie excepto sus familiares tendían permiso para ir a su piscina.
No había terminado
Esa misma noche, mientras Greg se preparaba para irse a dormir, no podía dejar de pensar en lo que había pasado, repasó todos los detalles de su enfrentamiento con los niños para valorar si había sido demasiado duro con los niños. No lo había sido, se les había dicho que tenían que respetar una única cosa y no habían podido hacer ni eso.
En lugar de estar agradecidos y respetar a su vecino, habían hecho lo que les había dado la gana sin importarles las consecuencias. Pero algo más rondaba la mente de Greg, no podía librarse de la sensación de que esto no se quedaría ahí, que algo más iba a suceder.
Saliendo de la ciudad
Pasaron dos semanas y Greg tenía que salir de la ciudad durante unos días, y se fue sin pensarlo dos veces. Al fin y al cabo, no había habido más problemas con los vecinos después de haberse enfrentado a ellos por el incidente del perro. Greg no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo.
Sus vecinos, los cuales siempre había parecido ser personas amables, decentes e inocentes, resultaron ser algo completamente diferente. No había manera de que Greg se imaginase lo que realmente estaba pasando a sus espaldas. Al parecer, sus aparentemente encantadores vecinos, se habían estado aprovechando de él de mala manera durante semanas.
Se colaron
Greg no tenía ni idea de que desde que había echado a los niños de la piscina y había hablado con sus vecinos al respecto, sus vecinos habían decidido empezar a aprovecharse de él. Enfadados con la prohibición de ir a la piscina de Greg, sus vecinos le habían estado espiando y controlando los horarios en lo que su coche no estaba aparcado en la entrada.
Cada vez que se percataban de que Greg no estaba en casa, se colaban en el patio y se bañaban en su piscina. Los vecinos vigilaban el coche de Greg de manera muy discreta y se aseguraban de que no estaba en casa cada vez que se colaban. Lo último que querían es que les pillasen, pero un día se relajaron e hicieron algo imprudente.
La vuelta de Greg a casa
Un domingo por la noche, cuando Greg volvió a casa y entró por el patio sintió que algo no estaba bien. Se dio cuenta de que los alrededores de la piscina estaban completamente mojados y algunos de los juguetes de la piscina no estaban donde los había dejado. La única explicación razonable que se le ocurrió a Greg era que alguien estaba utilizando la piscina sin su permiso.
Greg empezó a enfadarse por el mero pensamiento de que alguien se estaba aprovechando de su piscina sin su permiso y cuando él no estaba en casa, le hervía la sangre. Sin embargo, era tarde y Greg decidió que fuera lo que fuese lo que estaba pasando, lo arreglaría a la mañana siguiente.
Un hallazgo atroz
Greg no se podía ni imaginar que a la mañana siguiente las cosas se iban a poner aún peor. Según se iba acercando a la piscina a plena luz del día y la examinó detalladamente, se dio cuenta de que había otro desgarro enorme en el revestimiento. Estaba en el mismo sitio en el que el perro había arañado la primera vez y parecía que en esta ocasión la pata de un perro había vuelto a ser la culpable.
Greg quedó escandalizado al ver esto, ya no era una duda: sus vecinos se habían estado colando en la piscina con el perro y habían hecho lo que les daba la gana. Nunca se había sentido tan furioso como en ese momento.
La rabia tomó el control
Aquello fue la gota que colmó el vaso para Greg. Una cosa era que los chavales hubieran faltado al respeto a su propiedad cuando él les había dejado entrar, pero otra muy distinta era que sus vecinos se colaran en su propiedad sin permiso y encima la dañaran. No podía creer que alguna vez hubiera confiado en esa gente y pensado que eran decentes.
Greg se tomó la tarde libre para pensar en una manera efectiva y definitiva para enseñarle una lección a esa gente. Quería vengarse, o al menos asegurarse de que nunca más pasase algo así. Greg empezó a elaborar un plan.
Ni una más
La gran grieta en el revestimiento de la piscina llevó a Greg a su límite. Ya no era capaz de contener su rabia y su decepción. No iba a volver a ser un vecino amable, iba a tomar las riendas de la situación e iba a ponerle fin a ese terrible comportamiento.
Greg sabía que si no se ponía serio ahora sus vecinos iban a seguir pasándole por encima, y las faltas de respeto no iban a terminar nunca. Estaba enfadado consigo mismo por haber sido tan tonto y haberse creído la falsa amabilidad de sus vecinos. Ahora sabía que no había una forma buena o sencilla de arreglar las cosas, y ya ni siquiera le importaba.
Su primer movimiento
A pesar de su rabia, Greg sabía que su primer movimiento tenía que ser hablar con sus vecinos. Se acercó a su puerta y cuando Sandra le abrió se enfrentó a ella de inmediato. Como era de esperar, ella negó haber hecho nada de lo que le dijo e incluso se hizo la ofendida de que él se hubiera atrevido de acusarla de algo así.
Greg sabía quién se había colado en su propiedad mucho antes de llamar a la puerta de Sandra, pero quería darle una última oportunidad de redimirse antes de sacar la artillería pesada. Si hubiese admitido lo que había hecho y se hubiese disculpado a lo mejor él hubiese tomado menos represalias. Por desgracia, sucedió todo lo contrario.
El plan maestro
A Greg se le ocurrió una idea y empezó a poner su plan en marcha. Hizo algunas llamadas y en unas pocas horas en la puerta de los Miller había un camión enorme y otros cuantos camiones más pequeños. Los vecinos empezaron a asomarse a las ventanas para ver a qué se debía ese enorme despliegue.
Según empezaban a salir de sus casas y se acercaban a los camiones para ver qué estaba sucediendo, empezaron a oírse susurros de confusión. ¿Qué estaba pasando en el número 23 de Maple Lane? Parecía que había una nube de secretismo alrededor de todo lo que sucedía. Greg no tardaría en darles una gran sorpresa, y no iba a ser de las buenas.
Medidas desesperadas
A las pocas horas la entrada de la casa de Greg estaba plagada de camiones, y en su casa y su jardín había una gran cantidad de trabajadores. Quería que los vecinos vieran que se estaba cociendo algo ahí, y les dejaría confusos durante horas porque no iba a soltar prenda sobre lo que estaba sucediendo.
Tal y como esperaba, veía a sus vecinos asomándose a las ventanas intentando averiguar qué estaba sucediendo. Sabía que era solo cuestión de tiempo que se empezase a correr la voz por todo el vecindario de que algo extraño estaba pasando en el 23 de Maple Lane, y nadie podía adivinar de qué se trataba.
La situación se intensificó
Greg se alegró al saber que todo el vecindario estaba sumido en la confusión; le enfurecía su comportamiento y no veía el momento de revelarles su gran sorpresa. Empezó a oír los cuchicheos y cotilleos de los vecinos en el patio trasero y estaban desconcertados por la cantidad de constructores y obras que se estaban llevando a cabo en su propiedad.
Greg sabía que esto supondría una declaración de guerra contra sus vecinos, y estaba dispuesto a atenerse a las consecuencias. Ya había tenido suficiente, y habían cruzado una línea importante, algo que tenía que recordarse a sí mismo cada vez que se sentía mal por ser tan despiadado.
Tenían que aprender
Sus vecinos tenían que darse cuenta de que lo habían hecho mal y al mismo tiempo tenían que aprender la lección, y si el plan de Greg no era suficiente para lograrlo, entonces tomaría medidas aún más drásticas. Estaba poniendo todo su esfuerzo en luchar contra su osado comportamiento. Greg había pensado en algunos planes de emergencia por si el primero no salía como esperaba.
Pensó en todos los ángulos y en los detalles, sus vecinos no tenían ni idea de lo que les tenía preparado. Jamás podrían adivinar lo que les esperaba o que su flagrante menosprecio por su vecino acabaría de esta forma.
El primer vehículo
Entre los vehículos aparcados frente a la casa de Greg, el primero en llegar había sido un camión más pequeño que pertenecía a una prestigiosa empresa de informática. Greg les había contratado para instalar cámaras de seguridad de última generación que formaban parte de un sofisticado sistema de vigilancia. Era el primer paso del plan maestro de Greg.
Las cámaras estaban colocadas, así que Greg fue a la puerta de su vecina y le pidió que le acompañara hacia su patio trasero. La mujer y sus hijos estaban justo debajo de la cámara mientras escuchaban a Greg, que empezó a decirles que la próxima vez que sus hijos se colaran en su piscina habría graves consecuencias.
La vecina se enfadó
La vecina de Greg se plató ahí con sus hijos, él notaba que a cada segundo que pasaba ella se ponía más y más nerviosa. Si en algún momento había dudado de si sus hijos habían sido los que se habían colado, con su reacción había dejado más que claro que era culpable. Si ella y sus hijos eran inocentes no tenía razón para ponerse tan furiosa.
No obstante, Greg se sintió confiado con su decisión de instalar las cámaras, porque así, no se le pasaría nada por alto. La próxima vez que alguien intentase colarse tendría pruebas sólidas en su contra, y una vez se presentase en la casa de sus vecinos con los vídeos no tendrían más opción que disculparse y admitir sus malos comportamientos.
Negando sus conductas una vez más
Después de estar ahí con sus hijos, la vecina de Greg cometió otro error más, mintió una vez más sobre lo que habían hecho. Sandra negó tajantemente que sus hijos o ella se hubieran colado en la piscina de Greg, lo que le enfadó más a él.
Por supuesto, la vecina no tenía ni idea de que Greg acababa de instalar cámaras de vídeo vigilancia, y él era consciente de que sólo era cuestión de tiempo que intentasen colarse otra vez. Todo lo que tenía que hacer ahora era ser paciente y esperar a que tratasen de colarse de nuevo pronto. En esta ocasión no podrían librarse de las culpas.
La calma que precede a la tormenta
Después de ese enfrentamiento, Greg sabía que los niños estarían en alerta y que probablemente pasarían unos días antes de que intentasen colarse otra vez. Era cuestión de tiempo que pudiera pillarles con las manos en la masa. Aun así, Greg estaba ansioso por resolver esta situación, así que pensó en una idea que motivaría a sus vecinos para colarse otra vez.
Estaba empeñado en pillar a esos niños y en ver la cara de sus vecinos cuando les enseñase el vídeo, por fin conseguiría que confesasen y lo que él creía que sería una disculpa sincera, además de que intentarían hacer las paces.
La idea de Greg
El sistema de vigilancia de Greg llevaba días en funcionamiento, y fue entonces cuando decidió poner en marcha su idea y ver qué ocurría. Greg informó a su vecina de que su mujer y él se iban a tomar unas breves vacaciones y que la casa se quedaría vacía un par de días.
Entonces, el día en que supuestamente se iban, Greg y su mujer se subieron a su coche y condujeron durante varias horas. Esperaba que al volver a casa y ver la grabación de las cámaras encontraría a sus desvergonzados vecinos colándose en su piscina, pensando que se había marchado por un tiempo indefinido. Pero lo que se encontró al volver a casa fue mucho peor.
Pillados
Greg y su mujer llegaron a su casa después de unas horas dando vueltas con el coche y lo que se encontraron les dejó estupefactos. Greg ni siquiera necesitó mirar sus cámaras, ¡porque había pillado a los niños allí mismo! Nada más entrar en su patio trasero, vio a los hijos de sus vecinos chapoteando en su piscina.
Y lo peor de todo era que el pastor alemán también estaba en la piscina. Estaba más que furioso, era una falta de respeto enorme. Les dijo a los niños que salieran de la piscina de inmediato y corrió hacia su casa para hablar con sus padres.
Se venía una pelea
Mientras Greg estaba en la puerta de su vecina y esperaba a que respondiera, podía sentir cómo le hervía la sangre de rabia. De repente, su vecina abrió la puerta y él le contó al instante lo que acababa de ocurrir. Pero la respuesta de la mujer fue lo más sorprendente de todo; en lugar de disculparse profundamente, que es lo que cualquier ser humano con un poco de decencia hubiera hecho, simplemente le dijo: "No puedes impedir que los niños usen la piscina".
No se podía creer lo que estaba escuchando, casi se desmaya por la rabia que tenía dentro. Esta mujer parecía no entender que la piscina no era del vecindario, ¡era SU piscina! Greg quería gritar con todas sus fuerzas.
Tomándose un respiro
Greg tuvo ganas de empezar una gran pelea allí mismo, pero sabía que no resolvería nada con eso. Así que respiró hondo y le dijo que no quería saber nada más de ella, pero que le traería todas las facturas de las reparaciones de la piscina.
Además, habría una factura muy grande de ese mismo día, ya que acababa de pillar a sus hijos con su perro dentro de su piscina hacía apenas 10 minutos. Greg le explicó que esperaba que pagara esas facturas de inmediato o las cosas empeorarían.
Estupefacción
Su vecina se quedó de piedra, y estaba claro que se había quedado sin palabras y acababa de conocer nueva información sobre las repercusiones de las acciones de sus hijos. Sin embargo, no quería parecer débil, así que se mantuvo firme en su postura y sus opiniones. Le dijo secamente que no iba a pagar ni un céntimo de sus facturas de reparación, ya que ellos no habían hecho nada.
“No puedes obligarme a pagar nada” gritó, entonces les dijo a sus hijos que entrasen en la casa y le cerró la puerta a Greg en las narices. Greg estaba encantado porque la mujer no tenía ni idea de que ahora tenía las evidencias suficientes para llevarla a juicio.
Buscando consejo legal
Greg nunca había sido una persona conflictiva, y lo último que quería era meterse en juicio contra sus vecinos, pero ellos habían llevado las cosas demasiado lejos, a pesar de haberles dado oportunidades de sobra para redimirse, sólo habían conseguido empeorarlo todo. Recopiló las pruebas que había obtenido con las cámaras de vigilancia y llamó a su abogado.
Su abogado le explicó que sin duda tenía un caso sólido para el tribunal de asuntos menores, por lo que procedieron a presentar una moción. Los vecinos de Greg no tenían ni idea de lo que se les venía encima, y eso era exactamente lo que él quería. No volverían a salirse con la suya.
Llegando a juicio
En pocas semanas, Greg y sus vecinos tuvieron que comparecer ante el tribunal. Cuando llegó el turno de la declaración de los vecinos, Greg se alegró de que siguieran negándolo absolutamente todo, porque eso no hacía más que reforzar su caso. No sólo habían entrado ilegalmente en una propiedad, sino que estaban mintiendo bajo juramento.
Se moría de ganas de que llegara su turno para mostrar a todo el mundo las pruebas en vídeo y avergonzar a esa gente como se merecía. Sus vecinos no tenían ni idea de la sorpresa que se iban a llevar; esta vez, no tendrían absolutamente nada que hacer salvo quedarse callados y sentirse fatal.
Pruebas irrefutables
Greg escuchaba atentamente la declaración de su vecino, esperando ansiosamente su turno para subir al estrado. Finalmente, fue llamado por el juez y entregó la memoria USB a un agente que procedió a reproducir lo que contenía. Cuando empezó a reproducirse el vídeo, la vecina de Greg abrió los ojos, conmocionada.
Se quedó callada mientras veía cómo sus hijos y su enorme perro se colaban en el patio trasero de Greg y jugaban en la piscina durante horas. El vídeo también mostraba cómo los aspavientos del perro habían destrozado el revestimiento de la piscina. Las pruebas eran irrefutables y ella sabía que no había nada más que hacer: Greg les había pillado con las manos en la masa y tenía todo el derecho a estar furioso.
La decisión del juez
En el momento en que el juez vio la grabación proporcionada por Greg, falló a su favor. La vecina de Greg fue condenada a pagar todas y cada una de las facturas de reparación que Greg les diese. Por supuesto, Greg se sintió aliviado por la sentencia, ya que significaba que no tendría que pagar todas las costosas reparaciones de su propio bolsillo.
Era justo que sus vecinos pagasen por los daños causados. Aun así, había algo que preocupaba a Greg; a pesar de la sentencia judicial a su favor, no estaba convencido de que sus vecinos no volvieran a intentar algo una vez transcurrido algún tiempo. No quería volver a enfrentarse a una situación así.
Medidas de seguridad adicionales
Aunque había instalado un sistema de vigilancia de última generación del que sus vecinos eran plenamente conscientes, Greg decidió ir un paso más allá. No se fiaba ni un pelo de esa gente, así que encargó que instalaran una valla muy alta alrededor de todo el patio trasero para asegurarse de que los niños no pudieran entrar.
Además, colocó un enorme cartel en su valla en el que se leía claramente "Propiedad privada. Los intrusos serán llevados a juicio". Greg esperaba que estas medidas adicionales y la sentencia del tribunal fueran más que suficientes para mantener a los vecinos fuera de su propiedad para siempre. Sabía que esto le haría muy impopular entre sus vecinos, pero en ese momento no le importaba.
La reacción del vecindario
Tal y como Greg había predicho, en cuanto instaló la valla y puso el cartel de advertencia, empezó a recibir malas reacciones por parte de sus vecinos. Se cruzaban al otro lado de la calle si veían a su mujer o a él paseando y los miraban de mala manera. Obviamente su vecina de al lado era la que más enfadada estaba de todos.
Estaba furiosa por todo: el fallo del juez, la humillación pública durante el juicio, y el hecho de que sus hijos ya no pudieran disfrutar de la piscina. A Greg le asombraba que nadie pareciera entender el derecho de admisión que ejercía sobre su propiedad. ¿Cómo podía la gente no entender que él no era el que estaba equivocado?
Todo el mundo se vio afectado
Greg también pensó que no era justo que sus otros vecinos, que no habían hecho nada malo, también tuvieran prohibido el uso de la piscina. Pero por desgracia, el niño de la casa de al lado y su perro lo habían echado todo a perder para todos. No le gustaba la tensión que había entre él y sus vecinos, pero sabía que había hecho lo correcto.
Prefería ser odiado antes de que le faltasen al respeto y se aprovechasen de él. A lo mejor con el tiempo podría volver a confiar poco a poco en sus otros vecinos, pero por el momento iba a mantenerse firme con sus decisiones.
Manteniéndose firme
Aunque sabía que estaba haciendo lo correcto y se mantenía firme en ello, Greg tuvo que lidiar con algunos encontronazos incómodos. Muchos vecinos fueron a hablar con él en privado y le reprocharon su comportamiento, diciéndole que estaba exagerando y que además estaba siendo egoísta.
Otros le llamaban directamente "antiamericano", ya que no se esforzaba por ser amable con sus vecinos. Greg aprendió a ignorar estos ridículos comentarios y a no dejar que le afectaran. Sabía lo que estaba pasando y tenía derecho a proteger su propiedad como cualquier otra persona.
Cansándose
Aunque Greg tenía claro que estaba haciendo lo correcto, también se estaba cansando de vivir con tanta tensión. No le importaban las opiniones ni los comentarios desagradables de la gente, ya que había aprendido a no darles importancia, pero tampoco quería vivir en una comunidad que le odiara.
Su mujer, Jeanne, también estaba cansada de la mala convivencia, así que le preguntó a Greg si había alguna forma de arreglar la situación sin poner en peligro sus convicciones y su propiedad. Al fin y al cabo, los Miller eran personas pacíficas y agradables que siempre se habían llevado bien con sus vecinos, y querían recuperar ese ambiente armonioso.
Una muestra de fe
Tras hablarlo detenidamente con su esposa Jeanne, Greg decidió que la mejor solución era dar una segunda oportunidad a sus vecinos. Aunque luchó contra su propia determinación, pues en el fondo sabía que esas personas no merecían más oportunidades, sabía que para su mujer era importante mantener la calma y volver a la armoniosa comunidad que una vez tuvieron.
Greg sabía que esta vez tenía que hacer las cosas de otra forma, puesto que ya sabía con qué y con quién estaba tratando. Pero realmente creía que una muestra de fe hacia sus vecinos podría acabar siendo lo mejor para todos.
Con la mirada atenta
Greg pensó en las primeras veces que los niños fueron a la piscina, antes de que decidieran traer al perro, y recordó que en aquel momento todo había ido de maravilla. El problema es cuando los niños deciden ignorar sus normas y traen a su enorme mascota.
Quizá podría llegar a un acuerdo y exigir que un adulto supervisara a los niños para asegurarse de que no volvían a traer al perro. Lo comentó con uno de sus vecinos y le pareció una petición razonable. Greg esperaba que fuera suficiente para garantizar el bienestar de todos los implicados y que su piscina no volviera a sufrir daños.
No más de una vez al mes
Después de meditarlo detenidamente, Greg decidió que dejaría que sus vecinos disfrutasen de la piscina una vez al mes, con la condición de que los niños siempre tienen que estar bajo la vigilancia de un adulto para asegurarse de que no llevan al perro.
Así, los niños del barrio pudieron disfrutar del verano y divertirse y, lo que es más importante, Greg tuvo la tranquilidad de saber que su propiedad estaba a salvo y que mantenía buenas relaciones con sus vecinos. Sin embargo, esto era sólo una parte de la solución, ya que Greg también tenía que pensar en suavizar las cosas con los adultos del vecindario. Así que pensó en otra cosa que podía hacer.
Volviendo a unir a la comunidad
A Greg se le ocurrió un plan: aprovecharía la ocasión para convertir la apertura mensual de su piscina en un acontecimiento comunitario. Un día al mes, cada vez que los niños del barrio pudieran entrar en la piscina, invitaría a sus padres a una gran barbacoa. Era el plan perfecto: los niños podían divertirse bajo la supervisión de sus padres.
Y Greg y su mujer podrían volver a entablar amistad con sus vecinos, lo que les permitiría arreglar las cosas y volver a sentir que pertenecían a una comunidad unida. Greg llamó a todos y cada uno de sus vecinos y les invitó de todo corazón a su barbacoa comunitaria mensual; todos aceptaron.
Límites saludables
A medida que pasaba el tiempo y Greg organizaba algunas barbacoas, sus vecinos tuvieron por fin la oportunidad de hablar con él y llegar a conocerle. Poco a poco se dieron cuenta de que Greg siempre había actuado por una razón lógica. Era un hombre decente y amable, no el vecino egoísta y gruñón que todos pensaban que era.
Tenía sentido que quisiera proteger su piscina y su propiedad, y tenía todo el derecho a hacerlo. Su regla era sencilla: no se permitían animales porque podían dañar la piscina. No pedía demasiado.
Arreglando relaciones
Parecía que los esfuerzos de Greg habían dado sus frutos, ya que todo el vecindario volvía a ser amable con él y su mujer. Algunos vecinos incluso se disculparon personalmente por haberle juzgado tan erróneamente y haberle tratado con tanto desprecio en el pasado. Le dijeron que tenía toda la razón al actuar como lo había hecho y le aseguraron que todos respetaban a su familia y su propiedad.
No volverían a hacer nada que le ofendiera. Y estaban increíblemente agradecidos por tener una segunda oportunidad. Por desgracia, su vecina de al lado era otra historia. Era la única persona de todo el vecindario que no había asistido ni una sola vez a las barbacoas de Greg.
Todo el mundo gana
Greg empezó a aceptar que algunas cosas no tenían arreglo y comprendió que su vecina siguiera enfadada por los miles de dólares que había tenido que pagar. Pero también sabía que todo había sido culpa suya y que, por tanto, tenía que asumir su responsabilidad.
Los otros vecinos querían arreglar la tensión que quedaba entre Greg y su vecina de al lado, así que un día le pidieron que por favor fuera a la barbacoa mensual de Greg. Finalmente, ella accedió a ir y se acercó a Greg para hablar de las cosas pacíficamente y con un entendimiento diferente de los hechos. Así que se sentaron en el patio trasero de Greg y tuvieron una larga conversación.
Un entendimiento necesario
Cuando Greg y su vecina de al lado se sentaron a hablar, por fin tuvo la oportunidad de contarle su versión de los hechos con calma. Al parecer, su vecina había escuchado lo que decía por primera vez y le había entendido. Se disculpó sinceramente y le dijo que si hubiera sabido que sus hijos llevaban el perro a su piscina, los habría castigado.
A su vez, Greg le explicó que ni siquiera era eso lo que le había enfadado tanto, sino su total falta de consideración y responsabilidad la primera vez que se acercó a ella. Ella lo entendió perfectamente y le dijo que esperaba que pudieran hacer las paces en un futuro.
Cuando Greg echó al niño de la piscina, fue por una razón totalmente justificada. En la siguiente historia, sin embargo, encontrarás a una mujer adulta expulsada de una piscina por la razón más absurda que puedas imaginar.
En pleno siglo XXI, podríamos pensar que la gente ha superado los prejuicios, la discriminación y la estrechez de miras, como algunos de los protagonistas de nuestra siguiente historia. ¿No es hora de que aprendamos a aceptar a las personas por lo que son y no por su aspecto o por cómo creemos que deben reflejarse?
Lo que empezó como una excursión familiar normal y corriente, acabó siendo uno de los peores días de la vida de Madelyn Scheaffer. Ni en sus peores pesadillas se imaginó que ir a un parque acuático acabaría de semejante manera.
Un comienzo sencillo
Madelyn Sheaffer tenía unos 30 años. Vivía en Odessa, Missouri, y se consideraba una madre normal y cariñosa. Nunca había tenido una anécdota rocambolesca o un escándalo a su nombre y su vida era bastante buena.
Como todas las madres, sólo quería lo mejor para sus hijos. Los quería, los protegía y se aseguraba de que tuvieran todo lo que necesitaban.
Un incidente único en la vida
Lo que Madelyn no sabía es que estaba a punto de enfrentarse a una de las situaciones más humillantes y desgarradoras de su vida. Nada podía prepararla para lo que estaba a punto de llegar.
El incidente no sólo fue bochornoso y vergonzoso, sino que fue sobre todo su respuesta la que convirtió esta historia en una para recordar.
¿Cómo empezó todo?
Para comprender plenamente la horrible experiencia de Madelyn, debemos remontarnos unos años atrás, unos años anteriores al incidente que luego detallaremos. Lo que ocurrió entonces iba a influir directamente en los sucesos futuros.
Cuando Madelyn tenía veinte años, se cayó en la bañera y se lesionó gravemente la espalda, lo que le produjo una hernia discal. Esto significaba que parte del tejido de su columna se había desplazado como consecuencia de la caída.
Una dura realidad
Su vida se convirtió en una auténtica pesadilla. No podía andar bien y mucho menos realizar las tareas cotidianas, hasta las actividades más sencillas se le hacían casi imposibles.
Su ritmo de vida y su forma de ser no le estaban facilitando las cosas y pensó que ya bastaba. Quería emprender un nuevo camino en la vida.
Atrapada en la bañera
Cuando Madelyn se cayó y se hizo daño en la bañera, literalmente no podía moverse. Se quedó inmóvil en una posición y, cuando llegó la ayuda médica, le dolía tanto que no podía cooperar. Insistió en que nadie la moviera y permaneció en esa misma posición durante horas.
Ese tiempo a solas en la bañera le dio algunas horas para pensar y darse cuenta de que su vida no podía seguir como hasta entonces. Era hora de que las cosas cambiaran, esta caída había sido una señal.
Pesando en la balanza
Madelyn era una chica con mucho peso y, como pasaba tanto tiempo cuidando de su familia, no se daba cuenta de hasta qué punto había engordado. Su peso no era saludable y su estado físico general corría peligro de deteriorarse si no se tomaban medidas.
Desde el momento en que decidió cambiar de actitud, empezó a perder peso y dos años más tarde pesaba 45 kilos menos. No sólo estaba más sana, sino que su autoestima y confianza se dispararon.
Lo mejor posible
En los años siguientes, Madelyn estaba en la mejor forma y con el mejor peso de su vida. El tiempo y el esfuerzo que invirtió merecieron la pena. La vida no podía irle mejor.
Caerse en la bañera fue una llamada de atención que la condujo a una batalla que tuvo que librar. Pero no sabía que esa no era la última batalla que le esperaba.
Su confianza estaba en peligro
El chute de confianza estaba a punto de destruirse en un solo día. Había luchado por perder peso y sólo hacía falta una persona para derribar su torre de confianza y entusiasmo.
Ese acontecimiento no sólo aturdió a Madelyn, sino que también la decidió a contar su historia al mundo. El día entero se convertiría en viral y causaría estupor a todo el mundo.
El parque acuático
Madelyn planeaba pasar el día con la familia en un parque acuático. El parque, que se suponía que iba a ser un lugar de recreo y alegría, se convirtió en una escena de terror y le hizo pasar un día de lo más amargo.
Se puso su bañador y su sonrisa, pagó las entradas y se ilusionó con pasar un gran día al aire libre con sus seres queridos.
Empezaba a hacer calor
A medida que subían las temperaturas ese día, también aumentaba el número de personas en el parque. El lugar estaba abarrotado y, al principio, Madelyn se sintió incómoda por exponer su cuerpo en bikini.
Después de echar un vistazo al parque, se dio cuenta de que había gente de todas las formas y tamaños, lo que le aseguró que no tenía nada de qué preocuparse. Antes de que se diera cuenta, se había quitado la ropa y el día de diversión familiar estaba a punto de comenzar.
Hermano Mayor estaba observando
Había aprendido a amar su físico y a aceptarlo. Era alta y guapa y, lo más importante, estaba sana. Una cosa que no sabía era que estaba bajo la supervisión de las fuerzas del orden del parque.
Era la primera vez que se había puesto un bikini en público, y la cosa no iba a mantenerse tranquila. Lo último que Madelyn quería era que se fijaran más en su cuerpo, pero eso era exactamente lo que iba a ocurrir a continuación.
Las autoridades llamaban
Se metió en el agua fría y refrescante. Aunque sintió que un millón de ojos la miraban, se convenció de que todo estaba en su cabeza y de que todo el mundo se preocupaba de sus propios asuntos.
A los cinco minutos, dos chicas jóvenes se acercaron a Madelyn, formaban parte del equipo de seguridad del parque. Lo que estaba a punto de pasar la dejó atónita, no podía creer lo que acababa de oír.
Lo que escuchó fue surrealista
Al principio, Madelyn pensó que había oído mal lo que le estaban diciendo. Miró a su alrededor y todo el mundo parecía estar pasándoselo en grande. ¿Acaso lo había entendido todo mal? ¿Quizá todo estaba en su cabeza? Interrogó a las dos chicas y les preguntó si lo que había oído era realmente lo que habían dicho.
Las dos empleadas no dudaron y admitieron haber dicho lo que Madelyn había oído. Le dijeron que la parte inferior de su bikini era demasiado pequeña y estaba enseñando demasiado. Que no era apropiado para un parque familiar.
Fue injusto
Madelyn ya se sentía insegura con lo que llevaba puesto, pero ahora se sentía aún peor. El comentario le pareció injusto, no se lo merecía. Era consciente de lo que llevaba puesto y en ningún caso revelaba más que lo que llevaban otras mujeres.
¿Por qué aquellas empleadas se metían sólo con ella? ¿Por qué le pedían que se cubriera cuando muchas mujeres a su alrededor exponían lo mismo que ella?
No iba a dejar las cosas así
Por un lado, Madelyn se sentía avergonzada y abochornada y lo único que deseaba era desaparecer, pero por otro, la situación era injusta y la estaba discriminando. Quería llegar al fondo del asunto.
No iba a esconderse ni a aguantar los disparates de aquellas dos empleadas. Era la primera vez que se sentía tan avergonzada en público. Lo que empezó como una situación humillante, se convirtió rápidamente en resentimiento y rabia.
Iba a luchar hasta el final
Se había esforzado mucho por perder peso y mejorar su autoestima, y no iba a dejar que dos trabajadoras del parque se lo estropearan con un solo comentario.
Sentía como la rabia iba creciendo dentro de ella, le salía humo por las orejas y en lo que a ella respectaba, esas dos trabajadoras se iban a arrepentir de lo que habían dicho.
Problema doble
Madelyn se enteró más tarde de que las dos empleadas hicieron comentarios sobre su bikini y le pidieron que se tapara, no por la talla del bañador, sino por su edad. Una mujer de más de 40 años no debería enseñar tanta carne.
"Mi cuerpo es diferente al de las jóvenes que se pasean en bikini, pero ¿por qué tengo que avergonzarme de mi cuerpo? Me siento cómoda en bikini. Estoy contenta con quien soy", le dijo Madelyn a las dos empleadas.
Las trabajadoras no pensaban lo mismo
Ellas estaban seguras de que Madelyn se cubriría, sin embargo, después de escuchar su contraargumento, ya no lo tenían tan claro. Madelyn estaba convencida de lo que tenía que decir.
Si esto hubiera sucedido unos años atrás, probablemente no habría sido capaz de manejar la situación, sin embargo, en aquellos días las cosas estaban a punto de cambiar.
Llamaron a los supervisores
Las dos chicas no estaban dispuestas a dejarlo pasar y le propusieron un apaño. O Madelyn se ponía unos pantalones cortos o abandonaba el parque acuático. No había otra alternativa.
El enfado de Madelyn estaba por las nubes, no iba a tolerarlo. Les dijo que su oferta era inaceptable y que, si la querían fuera, tenían que conseguir que su supervisor la sacara. Nadie la ganaba a terca.
¿Se arrepintieron de lo que dijeron?
No se lo esperaban. Cuando pidieron por primera vez a Madelyn que se cubriera, nunca pensaron que la cosa llegaría a tanto y un sentimiento de arrepentimiento se cernió sobre ellas.
Cuando Madelyn se negó a marcharse, llegó la policía. Un divertido y soleado día familiar en el parque acuático se convirtió en una auténtica tragedia, con Madelyn procesada y dos chiquillas acusándola de absolutamente nada.
Era el momento de que llegasen los hombres de azul
Las autoridades del parque acuático llamaron a la policía ya que querían que Madelyn se marchara. No comprobaron con detenimiento las acusaciones de las chicas y buscaban una solución rápida.
La mayoría de los presentes apoyaban a Madelyn y no entendían a qué venía tanto alboroto. Sin embargo, el agente de policía comprendió el argumento de Madelyn y le explicó que, según la ley, tenían que pedir a Madelyn que se cubriera o se marchara, pues para eso habían sido llamados.
El apoyo inesperado
Madelyn fue escoltada por la policía fuera del parque acuático, no podía creer lo que estaba ocurriendo. El policía se acercó a ella y le dijo: "Espero que por la expresión de nuestras caras sepa cómo nos sentimos".
Tanto Madelyn como el agente de policía sabían que lo que estaba ocurriendo estaba mal. No podían creer que en pleno siglo XXI se siguiera tratando a la gente como a ella. Alguien tenía que poner fin a esto.
El dictamen equivocado
Después de muchos años sintiéndose avergonzada por su aspecto, había aprendido a amar su cuerpo, y de ninguna manera iba a permitir que nadie la tratase como lo habían hecho. Estaba siendo víctima de acusaciones discriminatorias.
Había superado el miedo. Sabía que no había hecho nada malo, la gente que la rodeaba la apoyaba e incluso los representantes de la ley, los hombres de azul, le dieron todo su apoyo. Bueno, todo el que pudieron.
¿Iba a rendirse?
Hay quien puede decir que el hecho de que Madelyn abandonara el parque fue la victoria de esas dos empleadas, que Madelyn había perdido la batalla, ya que finalmente se marchó. Las autoridades del parque consiguieron exactamente lo que pretendían.
Bueno, para algunos, Madelyn tal vez perdió la batalla, pero no la guerra. Una nueva batalla estaba a punto de levantarse en las redes sociales. La guerra no había terminado.
Publicación en Facebook
Madelyn publicó su historia en Facebook y en poco tiempo se hizo viral. Su mensaje llegó a muchas personas que le mostraron su apoyo y ánimo. Sus seguidores reaccionaron contra el parque acuático y exigieron que se tomaran medidas.
Casi todas las personas que se encontraron con la publicación de Madelyn tenían un comentario que compartir y criticaron duramente al parque. Hubo algunos que escribieron que el parque tenía una política que había que respetar, pero eran solo unos pocos.
La verdad salió a la luz
Madelyn estaba abrumada, no sólo estaba dejando en evidencia a las autoridades del parque, sino que también había conseguido llegar a otras mujeres que estaban en su misma situación. Mujeres que podrían haberse sentido avergonzadas en público por cualquier motivo, pero sobre todo, mujeres que se sentían como ella.
Mujeres que tienen problemas de autoestima, con sobrepeso o sin él, o mujeres que se sienten incómodas llevando trajes de baño en público por cualquier motivo. Sentía que lo que había ocurrido tenía una razón de ser.
Tocaba actualizar las noticias
La historia de Madelyn estaba en todas partes, incluso en las noticias locales de esa noche. Mientras esperaba a que la llamaran, la gente que se cruzaba con ella comentaba lo ridículo que había quedado el incidente y la felicitaban por el aspecto que tenía en bikini.
Más tarde pensó que había llegado el momento de subir otra publicación, esta vez de agradecimiento. Se dio cuenta de la cantidad de amor que recibía y del aprecio y la gratitud que sentía la gente, así que tuvo que mandar algo a cambio.
Contra viento y marea
La historia de Madelyn se hizo mundialmente conocida, personas de todo el planeta se pusieron en contacto con ella y le brindaron su apoyo. Desde Brasil le enviaron 500 cartas, y algunos cientos más desde China, Grecia y Hong Kong.
Las cosas estaban a punto de cambiar. No sólo en la comunidad local de Madelyn, sino en todo el mundo. La humanidad iba a cambiar, y lo iba a hacer para bien.
Un momento de gratitud
Madelyn continuó expresando su agradecimiento a quienes expresaban orgullo por encima de la vergüenza, independientemente de la forma del cuerpo y de lo altos o pequeños que sean.
Continuó diciendo que todos los cuerpos son hermosos, de formas y tamaños muy variados, y se sintió sobrecogida y comprendió que no estaba sola.
No era por el dinero
Su propósito nunca fue calumniar al parque acuático y no pretendía causarles ningún daño. No pretendía sacarles dinero y lo único que quería era que la tratasen con igualdad.
Ni todo dinero del mundo bastaría para subsanar la ignorancia y la insensibilidad de las autoridades del parque. El problema se basa en su mentalidad y actitud, que llevaron a la policía a hacer algo que no apoyaban precisamente.
Tenía algo que decir
Madelyn exigió una única cosa. Quería que Oasis Water Park modificara su política de bañadores, era discriminatoria y había que actualizarla. Creía que no había nada malo en tener un código de vestimenta, pero sólo si se aplicaba a todos, y en este caso no fue así.
En lo que respecta a lo que pasó con el parque acuático, no estamos seguros, pero lo que sí podemos decir es que Madelyn llegó a mucha gente y consiguió dejar su huella. Tantas almas perdidas que se escondían en lo más profundo de su tristeza, gracias a Madelyn consiguieron levantarse y enfrentarse a la aceptación.
Dejó huella
Madelyn estaba encantada. Consiguió concienciar a los ignorantes y pulsar el botón de salida que conduciría al cambio.
La batalla que sólo era suya pasó a ser de dominio público y esperamos que haya logrado un cambio significativo en las opiniones y creencias de la gente.